“… Ya tenía yo quince años cuando me casé. Mi esposo se llamaba Salvador. Yo estaba enamorada de él. Me caía bien. Y lo que más me caía bien de él era que tenía frijol y maíz. Sembró mis frijoles en tierra caliente. Trabajaba mucho y no tomaba mucho trago. Sólo como una o dos veces al año tomaba. ¡Sí, claro, me pegaba! Pero como sólo tomaba pocas veces, me pegaba pocas veces al año…”
Las doñas de Chiapas rescata palabras, enseñanzas y rostros. Kiki y Gayle reconocen la fortaleza y sensibilidad de las doñas de San Cristóbal, mujeres de tiempo y sabiduría, que viven al día, no saben lo que pasará mañana, no les asusta el porvenir, el pasado ya se fue, y aunque recuerdan algunos días de alegría, coinciden con Frida Kahlo cuando exclama al final de su vida: “Espero no regresar nunca”.
Elena Ponatiowska Amor
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