“Pensé en lo que había sido mi vida hasta entonces. Los golpes, las patadas y los insultos de mi papá. Si él salía y yo me quedaba en la casa, me pegaba mi tía. Cuando regresaba del rancho, me pateaba mi papá. De bebé me picaron las trecientas hormigas porque mi papá me quería muerta. Más tarde tuve que ayudar a bajar la carga de las mulas y los caballos, cuando todavía era muy chica y ni siquiera alcanzaba. Mi abuela paterna me trataba como su caballo de carga. Desde pequeña tuve que buscar leña en el monte. Crecí casi desnuda. Tenía que caminar descalza con el dolor de los pies en tiempos de heladas, hundida en el lodo en tiempos de lluvia. Mi mamá nunca me defendió, y mi tía, que sí lo hizo, sólo se aprovechaba de mí. Era, y siempre fui, un objeto que no valía nada, que sólo había llegado para quitarle su lugar al varón. Algo que podía ser vendido por un litro de pox.”
Trecientas hormigas es una historia de resiliencia, fortaleza y determinación: el relato autobiográfico de una mujer que ha sabido resistir y reinventarse en un contexto de violencia machista, sembrando a su paso dignidad, respeto y esperanza.
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